Bienestar

Créditos: Eduardo Martino

Bienestar

EDUCACIÓN, GÉNERO Y BIENESTAR

Vivir una vida sana en comunidades pacíficas e inclusivas y tener relaciones equitativas son factores esenciales de bienestar individual y colectivo

Las relaciones equitativas en las esferas privada y pública pueden ayudar a promover la igualdad de género en la participación en actividades clave de la vida económica, política y social y en el acceso a servicios esenciales. Estos factores mejoran a su vez la salud y el bienestar de los individuos y las sociedades.

UNAS RELACIONES EQUITATIVAS SON CRUCIALES PARA LA SALUD INDIVIDUAL Y COLECTIVA

El trabajo con los jóvenes en la educación sobre igualdad de género, sexualidad y salud sexual y reproductiva resulta muy beneficioso para el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades. Puede tener efectos intergeneracionales, de forma que las familias y los nuevos padres se transmitan conocimientos que redunden en beneficio de la salud y el bienestar de los hijos.

Es importante involucrar a los adolescentes en las iniciativas de la educación formal e informal para fomentar relaciones equitativas 

Para la igualdad de género, resulta crucial involucrar a los adolescentes y abordar sus necesidades. La adolescencia es un período de riesgos y oportunidades, durante el cual los jóvenes asientan sus ideas y su comportamiento sobre el género (Peacock y Barker, 2014) y crece la presión para tener actividad sexual y relaciones íntimas.

Las decisiones que afectan a la educación, el matrimonio y el embarazo pueden ser el resultado de una combinación de factores subyacentes, como la pobreza, la discriminación social y la composición del hogar, así como la accesibilidad y la calidad de la educación recibida. El matrimonio precoz y el embarazo precoz limitan el acceso de las chicas adolescentes a la educación y su permanencia en el sistema educativo.

Una mejor aplicación de la legislación sobre matrimonios precoces en África Subsahariana aumentaría en 39% los años de escolaridad (Delprato et al., 2015). El número de casos de matrimonio precoz ha disminuido a nivel mundial, pero cada año 15 millones de niñas siguen casándose antes de cumplir los 18 años (UNICEF, 2014). Muchas viven en los hogares más pobres y en zonas rurales de África Subsahariana y Asia Meridional. En 2012, el 60% de las mujeres de edades entre 15 y 19 años de Níger estaban casadas (Naciones Unidas, 2015c). Con las tendencias actuales, en el 2030 casi 950 millones de mujeres se habrán casado siendo niñas, frente a los más de 700 millones en la actualidad (UNICEF, 2014).

Una mejor aplicación de la legislación sobre matrimonios precoces en África Subsahariana aumentaría en 39% los años de escolaridad Click to Tweet

La educación formal ha de impartir actitudes equitativas desde la perspectiva de género en las relaciones y el comportamiento sexual. Una educación completa sobre sexualidad es la que promueve la sensibilidad y la igualdad de género. También proporciona información pertinente desde el punto de vista cultural, y precisa y objetiva desde el científico, así como competencias y valores que permiten a las mujeres y hombres jóvenes ejercer con seguridad sus derechos sexuales y reproductivos. En 2009 la UNESCO, con otros asociados, publicó un estudio de alcance mundial sobre educación sexual, con orientaciones técnicas para el desarrollo de iniciativas dentro y fuera de la escuela (UNESCO 2009). Los datos más recientes indican que este tipo de educación ayuda a prevenir resultados sexuales y reproductivos indeseados, fomenta las relaciones respetuosas y no violentas y ofrece una plataforma de discusión sobre los temas de género y los derechos humanos (Instituto Promundo et al., 2012).

La educación sexual más eficaz empodera a los jóvenes para ser los protagonistas de sus vidas y líderes de sus comunidades, al tiempo que pone énfasis en la igualdad de género y los derechos humanos (Haberland y Rogow, 2015; UNFPA, 2014). Educar a los chicos y a los hombres en temas de salud sexual y reproductiva puede servir de garantía para embarazos y maternidades más seguras, así como un más fácil acceso de sus compañeraS embarazadas a los servicios sanitarios (Kato-Wallace et al., 2016; ONU-Mujeres, 2008).

Los programas en los que se combinan intervenciones múltiples pueden ser especialmente eficaces para cambiar el comportamiento y las actitudes de los jóvenes (Barker et al., 2007). Como se señaló en el Informe de Seguimiento de la Educación del 2015, en el proyecto “Young Men as Equal Partners” (Los hombres jóvenes, socios a partes iguales) se realizó un trabajo con las comunidades para garantizar que los hombres y mujeres jóvenes adoptaran conductas sexuales responsables, suministrándoles para ello educación sexual y concientización, así como servicios de salud, asesoramiento y preservativos (UNESCO, 2015a).

La educación formal ha de impartir actitudes equitativas desde la perspectiva de género en las relaciones y el comportamiento sexual. Una educación completa sobre sexualidad es la que promueve la sensibilidad y la igualdad de género. También proporciona información pertinente desde el punto de vista cultural, y precisa y objetiva desde el científico, así como competencias y valores que permiten a las mujeres y hombres jóvenes ejercer con seguridad sus derechos sexuales y reproductivos. En 2009 la UNESCO, con otros asociados, publicó un estudio de alcance mundial sobre educación sexual, con orientaciones técnicas para el desarrollo de iniciativas dentro y fuera de la escuela (UNESCO, 2009). Los datos más recientes indican que este tipo de educación ayuda a prevenir resultados sexuales y reproductivos indeseados, fomenta las relaciones respetuosas y no violentas y ofrece una plataforma de discusión sobre los temas de género y los derechos humanos (Instituto Promundo et al., 2012).

La educación sexual más eficaz empodera a los jóvenes para ser los protagonistas de sus vidas y líderes de sus comunidades, al tiempo que pone énfasis en la igualdad de género y los derechos humanos (Haberland y Rogow, 2015; UNFPA, 2014). Educar a los chicos y a los hombres en temas de salud sexual y reproductiva puede servir de garantía para embarazos y maternidades más seguras, así como un más fácil acceso de sus compañeras embarazadas a los servicios sanitarios (Kato-Wallace et al., 2016; ONU-Mujeres, 2008). Los programas en los que se combinan intervenciones múltiples pueden ser especialmente eficaces para cambiar el comportamiento y las actitudes de los jóvenes (Barker et al., 2007). Como se señaló en el Informe de Seguimiento de la Educación del 2015, en el proyecto “Young Men as Equal Partners” (Los hombres jóvenes, socios a partes iguales) se realizó un trabajo con las comunidades para garantizar que los hombres y mujeres jóvenes adoptaran conductas sexuales responsables, suministrándoles para ello educación sexual y concientización, así como servicios de salud, asesoramiento y preservativos (UNESCO, 2015a).

Una breve sensibilización sobre la lactancia materna aumentó la cuota media de las madres que recurren exclusivamente a la lactancia materna por 43%en el día de nacimiento y por 90% del segundo al sexto mes, según una revisión de 66 estudios

Con madres y padres con un buen nivel educativo mejora la salud y el bienestar de la familia 

La educación genera grandes beneficios, con carácter duradero e intergeneracional (UNESCO, 2014). La extensión de la educación básica tiene una dimensión en la salud pública para todas las generaciones, como pone de manifiesto la relación existente a largo plazo entre educación de las madres y salud de los hijos.

La educación y el apoyo a las madres y padres recientes son elementos importantes para su salud y bienestar y los de sus hijos. Los programas de apoyo a madres de hijos pequeños pueden contribuir a reducir la depresión materna, mejorar los conocimientos sobre desarrollo infantil y ser beneficiosos para la salud y lanutrición a corto y largo plazo de los hijos, que a su vez permiten mejorar los resultados obtenidos en la escuela (UNESCO, 2015a).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna por lo menos hasta los seis meses, para que conseguir un crecimiento óptimo. Un análisis sistemático de 66 estudios, en los que participaron 27 países de ingresos bajos, mostró que la educación sobre lactancia materna limitada a un tiempo corto daba lugar a un aumento del 43% en el porcentaje promedio de madres que solo alimentan a sus hijos con leche materna en el día del nacimiento, del 30% durante el primer mes y del 90% durante el período que va desde el segundo mes al sexto mes. Los mayores aumentos se produjeron en los países de ingresos bajos (Haroon et al., 2013).

Las madres de mayor nivel educativo suelen ofrecer a sus hijos pequeños atención prenatal, asistencia durante el parto por personal médico especializado, vacunación y atención médica moderna, y es más fácil que les protejan de riesgos, por ejemplo hirviendo el agua y evitando alimentos poco seguros. Distintos ejemplos de Guatemala, México, Nepal, Venezuela y Zambia indican que la alfabetización es el paso previo para poder leer mensajes escritos relativos a los medicamentos, entender los mensajes radiofónicos, solicitar atención médica y explicar el estado de sus hijos a los profesionales sanitarios (LeVine y Rowe, 2009).

En el Informe GEM se solicitó la realización de proyecciones en los países, que confirman que la educación secundaria universal para 2050 ayudaría a salvar la vida de millones de niñas y niños, especialmente en África Subsahariana. Del análisis de estas proyecciones se desprende que lograr la educación universal en el primer ciclo de secundaria para 2030, en el caso de mujeres en edad de procrear, reduciría la tasa de mortalidad de menores de cinco años desde los 68 fallecimientos por cada 1000 nacidos vivos hasta 62 en 2030 y desde 51 fallecimientos por cada 1000 nacidos vivos hasta 44 en 2030. Con una estimación de 25 millones anuales de recién nacidos en la región en 2050, estas cifras equivaldrían a muchos menos menores muertos anualmente en 2050, entre 300.000 y 350.000 (Figura 21).

Figura 21

La presencia de los padres y su implicación positiva en las responsabilidades familiares y el cuidado de los hijos pueden ser importantes para el bienestar de los hijos y las madres, así como de los propios padres, quienes vivirán de forma más intensa la crianza de sus hijos. Los estudios señalan que los padres que dedican tiempo en todo el proceso antes, durante y después del nacimiento de sus hijos tienen mayor probabilidad que otros de intervenir en el desarrollo a largo plazo de estos (Huerta et al., 2013; Levtov et al., 2015), lo cual puede ser importante para el futuro de sus hijos y su familia.

Los cursos y las campañas de formación sobre paternidad pueden resolver las incertidumbres de los hombres sobre esta cuestión y ayudarles a percibir los beneficios de una participación activa en la vida familiar (MenEngage Alliance et al., 2015). MenCare es una campaña sobre paternidad iniciada en
el 2011 en 40 países, un tipo de educación no formal que promueve la implicación activa, equitativa y no violenta de los hombres en su calidad de padres y cuidadores, mediante campañas en los medios de comunicación, grupos de progenitores y la movilización de las comunidades (MenCare, 2016a). Los padres que participan en diversas iniciativas llevadas a cabo en Nicaragua informan sobre la mejora de las relaciones con sus hijos y sus cónyuges, así como de la participación en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos (MenCare, 2016b). En Sudáfrica, en una evaluación del Proyecto Fatherhood, cuyo objetivo es potenciar la participación activa de los padres en el cuidado y la protección de los hijos, se señaló que los participantes masculinos dedicaban más tiempo a sus hijos eran menos violentos con sus cónyuges y asumían un mayor número de responsabilidades en el hogar (Jain et al., 2011).

LAS RELACIONES EQUITATIVAS DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO SON ESENCIALES PARA EL BIENESTAR Y LA PAZ EN LAS SOCIEDADES

Las mujeres y los hombres se benefician por igual de vivir en sociedades en paz en las que las relaciones en la comunidad, las amistades y las relaciones íntimas se basan en la igualdad, el respeto y el cuidado mutuo antes que en el miedo, la dominación y la violencia.

La violencia entre las personas y los conflictos armados constituyen obstáculos serios para la igualdad de género 

Los costos de la violencia entre las personas y los conflictos armados son elevados. Se estima que el número de muertos en enfrentamientos entre individuos, incluida la violencia doméstica, es nueve veces el de una guerra u otros conflictos de esa índole (Hoeffler y Fearon, 2014). Tanto las mujeres como los hombres de todo el mundo sufren las consecuencias de la violencia, pero son los hombres los que de una manera abrumadora desarrollan y utilizan los medios propios de la violencia (Connell, 2005). Esto no equivale a decir que todos los hombres son violentos o que lo serán todos los niños,
pero sí que los conceptos de masculinidad y el prototipo sexual de macho elaborados por la sociedad desempeñan un papel esencial en echar leña a la violencia (Fulu et al., 2013; Wright, 2014).

La violencia asociada al género es una cuestión importante tanto en los países pobres como en los ricos. Alrededor de un tercio de las mujeres de todo el
mundo han experimentado algún tipo de violencia física y/o sexual por parte de su pareja, o violencia sexual fuera de la pareja, en algún momento de sus vidas, y menos del 40% ha pedido ayuda en algún momento (Naciones Unidas, 2015b). Gran parte de la violencia de género se produce en el hogar, pero la experiencia o el miedo al acoso sexual y otras formas de violencia sexual pueden limitar la libertad individual en los espacios públicos, así como en el acceso a la escolarización y a las oportunidades del aprendizaje a lo largo de toda la vida en zonas urbanas o rurales, especialmente para las niñas
y las mujeres (ONU-Mujeres, 2015a).

A medida que avanza el proceso de urbanización, hay que garantizar que los espacios públicos y privados sean espacios seguros para todo el mundo. Las características de los barrios, y entre ellas el acceso, seguridad y proximidad del transporte público, los centros de enseñanza y los espacios públicos pueden afectar a la capacidad de las personas de desplazarse a la escuela y al trabajo, tener acceso a los servicios esenciales, participar en la vida pública y disfrutar de las actividades de ocio, aspectos todos ellos esenciales para el bienestar, la salud y las posibilidades de vida en el futuro. La planificación

urbana debe contemplar las cuestiones de género de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las mujeres, niñas, niños y hombres en todos los aspectos del desarrollo de las infraestructuras públicas y la economía (ONU-Hábitat, 2012; ONU-Mujeres, 2015a).

La violencia suele ir de la mano de los conflictos armados y provoca efectos devastadores en la salud y la educación de los adolescentes. En los 51 países afectados por conflictos armados entre 1987 y 2007 ha habido violencia sexual contra chicas adolescentes (Basstick et al., 2007). Las situaciones de conflicto pueden normalizar la violencia íntima durante y después del conflicto. La inestabilidad, la emigración y la experiencia temprana o el hecho de haber sido testigos de violencia se relacionan en gran medida con la probabilidad de que sean los hombres quienes la perpetren (Peacock y Barker, 2014; Wright, 2014).

La educación, el género y la violencia se interfieren de muy diversas formas

La intersección entre la violencia y la educación es compleja. La educación puede incitar la violencia o ayudar a prevenirla, pues los centros escolares
pueden ser lugares en los que se asiente la violencia, y los conflictos y la violencia localizada pueden tener gravísimas consecuencias negativas en la educación de los jóvenes. Las amenazas a la seguridad de las personas que van o vuelven de la escuela, así como las que se producen en su interior, son obstáculos para el acceso de niñas y niños a la educación. La destrucción deliberada de instalaciones escolares ha sido una práctica antigua en todo conflicto. Los ataques a escuelas se multiplicaron por 17 entre 2000 y 2014, y las escuelas de las niñas fueron el objetivo de los ataques tres veces más que las de los niños (National Consortium for the Study of Terrorism and Responses to Terrorism, 2016; Rose, 2016).

Muchos tipos de violencia perturban la escolarización. En 18 países de África Subsahariana, la violencia de género –medida en términos de violencia por parte de la pareja, el matrimonio temprano y la mutilación genital femenina– tuvo repercusiones negativas en la escolarización de las muchachas (Koissy-Kpein, 2015).

Las experiencias de las madres sobre violencia de género y las actitudes hacia ella tienen incidencia en los resultados educativos de los hijos. La aceptación de la violencia por parte de una madre cuando discute con su marido se asocia con una menor asistencia de la hija a la escuela. En las Comoras, Mozambique y Sierra Leona, en el caso de niñas cuyas madres justificaban la violencia de su pareja, la probabilidad de asistir a la escuela era,
respectivamente, un 42%, 25% y 15% menor que la de las niñas cuyas madres no la justificaban (Koissy-Kpein, 2015).

Todos los datos apuntan a que los hombres que tienen una visión más rígida de la masculinidad son más proclives a utilizar la violencia contra las mujeres y las niñas y a derivar hacia comportamientos autodestructivos, como el consumo de drogas y alcohol, y a conducir a velocidades peligrosas (Kato-Wallace et al., 2016). Cuando se niega a los jóvenes la posibilidad de tener una educación de calidad, en muchos casos la pobreza, el desempleo y la desesperación resultantes pueden derivar en estilos de vida de riesgo. Un estudio efectuado en 120 países a lo largo de 30 años concluyó que los países con un gran número de jóvenes tenían menor probabilidad de experimentar conflictos violentos si sus jóvenes tenían niveles de educación elevados (Barakat y Urdal, 2009). En Sierra Leona, los jóvenes sin escolarizar tenían una probabilidad nueva veces mayor de unirse a las fuerzas rebeldes que los que habían cursado por lo menos estudios de secundaria (Humphreys y Weinstein, 2008). En el Brasil, las tasas de violencia y de muerte violenta son especialmente elevadas entre los jóvenes de las zonas urbanas, donde la falta de educación y de oportunidades de empleo pueden llevarles a integrarse en pandillas y a comerciar con drogas (Imbusch et al., 2011). La OMS estima que en el 2012, en todo el mundo, el 82% de las víctimas de homicidios eran hombres, y que la tasa de víctimas de homicidio en los hombres de edades entre 15 y 29 años era seis veces superior a la de los hombres entre 15 y 39 años (OMS, 2014).

La Organización Mundial de la Salud estima que en el 2012, en todo el mundo, el 82% de las víctimas de homicidios eran hombres Click to Tweet

School-related gender-based violence needs to be eliminated

Hay que erradicar la violencia de género en la escuela

La violencia de género que se produce en la escuela y sus alrededores es un problema serio y extendido. Los actos de violencia o las amenazas en el ámbito escolar comprenden la violencia psicológica, física y sexual. Tienen lugar en las instalaciones de los centros escolares, pero también de camino a la escuela o de vuelta a casa, en las casas y en las redes sociales. Cada vez son más numerosas las encuestas a gran escala, a lo largo y ancho de los países y en los propios centros, que aportan datos sobre violencia escolar. Algunos países han establecido sistemas de seguimiento consolidados, pero en términos globales, faltan datos sobre la prevalencia de la violencia escolar a nivel mundial (Leach et al., 2012).

La violencia de género en la escuela debilita considerablemente la igualdad de género. Afecta a la asistencia a clase y a los logros educativos de chicas y chicos tanto en los países pobres como en los ricos (UNESCO, 2015d). Por ejemplo, los alumnos afectados por acoso escolar en Botsuana, Ghana y Sudáfrica tienen menor rendimiento académico que los que no lo sufren (Kibriya et al., 2016). Las experiencias de este tipo de violencia suelen tener una base de género. Los chicos tienen mayor tendencia a padecer alguna forma de maltrato psicológico y físico, como el acoso o el castigo corporal, mientras que las chicas suelen sufrir violencia sexual (Kibriya et al., 2016; Leach et al., 2012; UNESCO, 2015d).

La Encuesta Mundial sobre Salud Escolar (GSHS) puso de manifiesto que muchos adolescentes, chicas y chicos, eran objeto de acoso. Entre 2010 y 2012, los porcentajes de denuncias de acoso en los últimos 30 días presentadas por adolescentes variaba considerablemente, desde el 11% en los chicos y el 15% en las chicas en Barbados, hasta el 69% en los chicos y el 79% en las chicas en Samoa. El acoso difiere según los países, desde la perspectiva de género. En Kuwait, el Líbano y Sudán, el número de denuncias presentadas por chicas es entre el 17% y el 19% superior al de los chicos, mientras que en las Islas Cook y Argelia, las denuncias presentadas por chicos son entre el 5% y el 7% más numerosas que las de las chicas (Figura 22).

En 96 países alrededor de mil millones de niños de edades comprendidas entre 2 y 17 años experimentaron algún tipo de violencia durante el pasado año Click to Tweet

Figura 22

Un estudio de las encuestas internacionales sobre violencia contra menores en el último año en 96 países sugiere que alrededor de mil millones de niños de edades comprendidas entre 2 y 17 años, es decir alrededor de la mitad de la población mundial de esas edades, experimenta algún tipo de violencia (Hills et al., 2016). La violencia sexual incluye el acoso verbal y psicológico, la agresión sexual, la violación, la extorsión, la explotación y la discriminación en la escuela y sus alrededores. Afecta de forma desproporcionada a niñas y mujeres y tiene una repercusión negativa y destructiva en sus experiencias educativas y en su salud y bienestar. La encuesta sobre violencia contra los niños aporta datos sobre nueve países y muestra que entre el 27% y el 38% de las mujeres han sufrido violencia sexual antes de cumplir los 18 años (Sommarin et al., 2014). En muchos países, los medios sociales están creando nuevos espacios dedicados al acoso escolar y al acoso sexual, incluido el acoso homofóbico (Parkes y Unterhalter, 2015), en los que tanto las chicas como los chicos son a la vez agresores y víctimas de violencia y malos tratos. Informes recientes muestran que muchos alumnos del colectivo de lesbianas, gais, bisexuales y transgéneros (LGTB) padecen violenciahomofóbica y transfóbica en sus centros escolares, desde el 16% en Nepal hasta el 85% en los Estados Unidos de América. Los alumnos que no forman parte del colectivo LGTB, pero que no se ajustan a las normas de género, también pueden ser blanco del acoso. Como consecuencia de ello, muchos se sienten inseguros en sus centros y tienen mayor tendencia a no asistir a clase o a abandonar sus estudios (UNESCO, 2016e).

LOS CONTENIDOS EDUCATIVOS Y LOS DOCENTES TIENEN INCIDENCIA SOBRE LAS ACTITUDES Y EL COMPORTAMIENTO EN RELACIÓN CON LA IGUALDAD DE GÉNERO

Los mensajes sobre calidad de género que transmiten los contenidos educativos pueden fomentar o debilitar las relaciones equitativas desde la perspectiva de género (Recuadro 4). En un análisis profundo de los currículos de 10 países de África Oriental y Meridional se encontró que muchos no prestaban importancia a la violencia de género y a la violencia doméstica. Muchos se centraban en los derechos humanos, pero pocos se ocupaban de los derechos sexuales o de la diversidad sexual. Se prescindía de la cuestión de los matrimonios a temprana edad o se  le daba un tratamiento inadecuado, incluso en muchos países en los que este problema era prevalente, como Kenya, Lesoto y Malawi (UNESCO y FNUAP, 2012).

La perpetuación de la desigualdad de género en el sistema educativo puede llegar a reducirse mediante una formación de buena calidad en materia de género, antes y durante el ejercicio de la docencia, en la que los docentes se replanteen sus propias actitudes respecto al género, así como las percepciones y expectativas del alumnado, y aprendan formas de diversificar sus estilos propios de docencia y evaluación. Las observaciones en el aula son necesarias para hacer un seguimiento de hasta qué punto los planteamientos pedagógicos son capaces de afrontar las cuestiones de género, aun siendo a menudo costosos y difíciles de generalizar. En un estudio sobre lectura en los primeros grados de enseñanza realizado en Malawi en 2014 y centrado en casi 5.000 docentes de los grados 1 a 3 de 11 distritos, se encontró que el 28% no utilizaban un lenguaje adecuado que tuviera en cuenta las diferencias de género. En los estados de Bauchi y Sokoto, en el norte de Nigeria, el 25% de los docentes no daba a las niñas las mismas oportunidades de hablar en clase que a los niños (RTI International, 2016).

En Malawi, se encontró que el 28% de los casi 5.000 docentes de los grados 1 a 3 no utilizaban un lenguaje adecuado que tuviera en cuenta las diferencias de género Click to Tweet

Una educación de buena calidad y que tenga en cuenta las diferencias de género puede hacer frente a la violencia y ayudar a construir sociedades inclusivas y pacíficas

Unos niveles de educación globalmente más altos pueden reducir de forma significativa la probabilidad de producir o experimentar violencia doméstica
(Capaldi et al., 2012; Peacock y Barker, 2014; Naciones Unidas, 2015b). La encuesta internacional sobre los hombres y la igualdad de género se lleva a cabo en diversos países, incluidos el Brasil, Croacia, la India, Malí, México y Rwanda, a través de cuestionarios exhaustivos destinados a las familias, a las que se solicita información sobre las actitudes y las prácticas de los hombres en las cuestiones relacionadas con la igualdad género. Se encontró que los hombres con estudios de secundaria tenían unas actitudes y unas prácticas más equitativas desde la perspectiva de género y que los hombres con nivel de estudios más bajo tenían tendencia a ser más violentos en el hogar y a tener una concepción más discriminatoria del género (Barker et al., 2011;
Promundo, 2016a).

Recuadro 4

Evaluación de la igualdad de género en currículos y libros de texto

La docencia impartida con sensibilidad hacia las cuestiones de género viene pautada por los contenidos curriculares, los libros de texto y otros materiales de aprendizaje que socializan al alumnado (Brugeilles y Cromer, 2009) y pueden utilizarse para replantear los estereotipos de género. Sin embargo, la mayoría de los currículos guardan silencio acerca de las cuestiones relacionadas con la igualdad de género. Un estudio realizado a partir de más de 110 documentos marco de currículos nacionales para enseñanza primaria y secundaria en 78 países4 en el período 2005-2015 y elaborado para el Informe GEM, se centró en cinco de los temas de la meta 4.7: derechos humanos; igualdad de género; paz, no violencia y seguridad de las personas; desarrollo sostenible; y ciudadanía e interconectividad (OIE, 2016). El estudio concluyó que menos del 15% de los países integraban aspectos decisivos como el empoderamiento de género, la paridad de género o la sensibilidad hacia las cuestiones de género, mientras que la mitad mencionaban
la igualdad de género.

El análisis de los contenidos de los libros de texto de ciencias sociales de secundaria muestra una mejora en el tiempo del tratamiento de los temas relativos a la igualdad de género (Bromley et al., 2016). La proporción de libros de textos que menciona los derechos de las mujeres creció del 15% en el período 1946–1969 al 37% en el período 2000-2013, y el porcentaje de los que hacen referencia a la violencia contra las mujeres pasó del 3% al 8% (Figura 23).

Fuente: Bromley et al. (2016).

Figura 23

Los contenidos y la calidad de la educación, al igual que los conocimientos que aporta, son decisivos para reducir la violencia. La educación formal y no formal puede ayudar a las mujeres, las niñas, los niños y los hombres a comprender, cuestionar y desafiar las normas de género y los comportamientos que subyacen en las distintas formas de violencia. Los docentes y otros educadores pueden promover y validar nociones de masculinidad más solidarias, favorecer la igualdad de género y plantar cara a la dominación y la violencia (Wright, 2014).

El alumnado necesita adquirir competencias útiles para hacer frente a las circunstancias que puedan desembocar en conflictos o violencia, tales como expresar sentimientos de forma no violenta. También necesita estructuras de apoyo que le ayuden a oponerse a las tendencias y creencias discriminatorias y a gestionar las posibles consecuencias que puedan resultar de ello (Plan International, 2011).

Voces contra la Violencia es un currículo educativo no formal destinado a chicos y chicas de 5 a 25 años, a quienes proporciona instrumentos y conocimientos para entender las causas de la violencia, propugna erradicarla de las comunidades y enseña a conseguir ayuda que se es víctima de ella. A través de formadores y jóvenes dirigentes, esta iniciativa se propone llegar a 800.000 jóvenes de 27 países, en escuelas y comunidades, en asociación con organizaciones juveniles y gobiernos (ONU-Mujeres, 2013b, 2015d).

El Programa H es un programa de educación no formal destinado a hombres entre 15 y 24 años que se propone poner en entredicho y transformar las actitudes y el comportamiento sobre los estereotipos de género mediante sesiones en grupo, campañas y movilizaciones dirigidas por jóvenes. Se inició en 2002, está implantado en 22 países y ha sido adoptado por los ministerios de sanidad de países como el Brasil, Chile, Croacia y México.

También se ha ejecutado en más de 25.000 colegios en la India. Los informes señalan que han mejorado las relaciones entre los hombres jóvenes que participan en el programa, han disminuido las tasas de acoso sexual y violencia contra las mujeres y han progresado las actitudes más equitativas desde la perspectiva de género en lo relativo al trabajo doméstico y al cuidado de los demás. En 2006 se inició el programa M, con el mismo objetivo, pero destinado a mujeres. Ambos programas promueven la reflexión crítica sobre la diversidad sexual y la homofobia (Promundo, 2016b). La educación puede promover iniciativas positivas orientadas a la construcción de la paz, el acceso a la justicia y la protección frente a la violencia, ya sea a gran escala o en el hogar. Sin embargo, para construir las sociedades pacíficas que son decisivas para el desarrollo sostenible, es necesario que existan líderes y ciudadanos comprometidos con la igualdad de género. La probabilidad de prevenir un conflicto aumenta cuando se aborda la igualdad de género en los procesos de construcción de la paz. Se necesitan iniciativas que desafíen las formas dañinas de masculinidad y promuevan formas no violentas que respeten los valores y la igualdad; a ellas han de adherirse individuos e instituciones a todos los niveles, en todos los sectores (Messerschmidt, 2010; Wright, 2014).

La probabilidad de prevenir un conflicto aumenta cuando se aborda la igualdad de género en los procesos de construcción de la paz Click to Tweet

1. El PIAAC define seis niveles de conocimientos por debajo del nivel 1, además de los niveles del 1 al 5. En lectura y escritura, los individuos en el nivel 1 son capaces de leer textos cortos sobre temas que les son conocidos y de identificar un único elemento de información que sea idéntico o sinónimo de la información dada en la pregunta o indicación. En cálculo, los adultos en el nivel 1 pueden realizar procesos matemáticos básicos en contextos habituales y concretos, por ejemplo, un proceso sencillo o de una sola fase, en el que tenga que contar, ordenar, realizar operaciones aritméticas básicas o entender porcentajes sencillos (OCDE, 2016c).

2. En los niveles más altos de aritmética, 4 y 5, los adultos entienden una serie amplia de información de tipo matemático que puede ser compleja, abstracta y ajena a los contextos que le son habituales.

3. Por trabajo infantil doméstico se entienden tareas domésticas como cocinar, limpiar y cuidar a otros niños, así como recoger leña e ir a buscar agua
(Informes nacionales de MICS). Los datos pueden consultarse en los cuadros estadísticos del Informe de Seguimiento de las Educación en el Mundo,
2016.

4. 18 países de América Latina y el Caribe, 16 de Europa y América del Norte, 15 de África Subsahariana, 11 del Pacífico, 7 de Asia Oriental y Sudoriental, 6 de Asia Meridional, 3 de África del Norte y Asia Occidental y 2 del Cáucaso y Asia Central.

5. La gran mayoría de los libros de texto proceden de la mayor colección del mundo de libros de texto, el Instituto Georg Eckert para la Investigación sobre Libros de Texto en Alemania.